Las calderas de biomasa y los sistemas de calefacción por biomasa son un buen método para conseguir una gran calificación energética de la vivienda sin apenas realizar obras. Y es que la biomasa fue la medida que consiguió una gran mejora para subir varias letras de una baja calificación energética. Aunque hay que tener en cuenta que la biomasa no es aplicable en todas las viviendas y hay muchos matices cuyo conocimiento es necesario para saber si es posible la instalación de este tipo de calderas. Lo cierto es que las ventajas de la instalación de calderas de biomasa son numerosas, como que es uno de los sistemas de energías renovables más eficaces que existen.

Otra de las ventajas es que no hay dependencia del precio de los combustibles fósiles porque se aprovechan los residuos agrícolas. Por otro lado, se pueden organizar cultivos exclusivos para la producción de biomasa y dichos cultivos reduciría los incendios forestales y contribuiría más a la limpieza de los bosques. Aunque antes de usar calderas de biomasa hay que tener en cuenta, y es que no podían ser todo ventajas aplastantes, aunque no afecten en absoluto a la incidencia energética, sí supone algún hándicap económico y de confort no energético.

En primer lugar, el coste inicial de la instalación de una caldera de biomasa es elevado y solamente se puede amortizar a largo plazo, un largo plazo que suele coincidir con la vida útil de la caldera. Otro factor importante es que la biomasa necesita ser almacenada cerca de la caldera, así que prácticamente quedan descartadas viviendas en bloques de edificios convencionales. Serían las casas unifamiliares o los adosados los principales receptores de este sistema, máxime teniendo en cuenta de que la reposición del combustible se realiza una o dos veces al año por medio de un camión. El mantenimiento de la caldera suele ser más complicado que el de una convencional ya que necesita un limpiado de ceniza frecuente.

Por último, hay que tener en cuenta que se trata de un aparato más ruidoso que las calderas convencionales, aunque si se dota de un buen aislamiento acústico, esto no debería ser un problema. Una de las principales pegas es, como suele pasar, la falta de tradición que existe en España por acometer cambios que se demuestran meridianamente claros. En cuanto a la biomasa en nuestro país, un dato curioso es que si de repente todo el territorio español manifiesta una querencia compulsiva por las calderas de biomasa, no existiría ni por asomo materia suficiente para alimentarlas todas. Por tanto, no solamente se debe acompañar la oferta de nuevos sistemas energéticos de buenas palabras, sino hacerlos viables.